Ojos tristes

El día ya por sí mismo había sido agotador, se suponía que lo peor ya había pasado, el trabajo se había acabado por hoy. Son las cinco y veinte y ella sigue esperando el bus, el teléfono suena pero le da miedo sacarlo del bolso. Después llamará.
El cielo parece despejarse, y el bus no está lleno. A la derecha, junto a la ventana, donde se pueden ver las luces de la pista. El bolso en los regazos y el teléfono suena de nuevo.
-¿Porqué no contestaste? ¿Donde estabas?
-Estaba en la parada –Agobiada por lo inoportuno de las peguntas, contesta con tono violento.
-¿Porqué no contestaste? ¿Con quién estabas?
-Sola
La rabia cae sobre el botón rojo, el teléfono dentro del bolso, y una lágrima en su blusa.
Cuando se subió al bus casi no había gente, sin embargo, la hora llenó de viajantes el vehículo, y ya no está sola.
Disimula las lágrimas para que no le hablen, y la vibración del teléfono repercute en sus entrañas. Sus ojos se ven más tristes que cuando subió. La mirada fija en el vació a través de la ventana. “1 mensaje nuevo” en el teléfono.
Ella sigue mirando su propio reflejo en la ventana, se arregla el pelo, esboza una sonrisa y lee lo que hay en el teléfono. Levanta la mirada un par de segundos y envía una melancólica respuesta.
Mete de nuevo el teléfono en el bolso, Pasan algunos minutos, hay algo que no la deja volver a concentrarse en el vació de la calle. Mira al asiento de al lado por un momento. El que se había sentado no nota su preocupación, está leyendo sobre dos amigos que visitan un enfermo y descubren que es un escritor que admiran.
Saca el teléfono del bolso, como si la luz del bus le fuera a enviar la respuesta que espera. El teléfono en su mano sigue inmóvil cinco, seis, siete, veinte minutos, ahora se mueve por que su mano empieza a temblar. Ella mira hacia arriba, suspira y vuelve a ver el aparato. Ataca decidida cada tecla. Un recado con olor a disculpa sale rumbo a su destino.
El que viaja a su lado nota sus ojos tristes en el reflejo de la ventana. Quiere ayudar, pero no se atreve. Él sabe que no necesita disculparse, que no importa cuanto se arregle el pelo, los ojos seguirán viéndose tristes.
Ella no sabe que la están viendo, y solo quiere sentirse bien. Al otro lado del teléfono hay alguien que la espera y ella no quiere perderlo, aunque le duela.

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