Dulces Sueños IV (Elena de Atilus)

Personajes:

ALTOS: Extranjero, ciudadano de Artalia

DAVIÓN: compañero de Altos

CORO de Ciudadanos

SISENE: Conciudadana de Altos

ILVANA: Consejera de Helena

ELENA: princesa de Atilus

Acto I

Explanada en la afueras del castillo de Atilus, llegan ALTOS y DAVIÓN

ALTOS: Oh, Davión, amigo y compañero de viaje mío, hemos llegado al castillo donde mora la hermosa Elena, cuánto he esperado este momento, y cómo he orado a Afrodita me conceda el amor de tan hermosa mujer.

DAVIÓN: Pensadlo bien, mi señor. No os apresuréis en decir vuestros sentimientos y orar a los Dioses. La hermosa Elena ha de saber lo que hace, y si no os atendió aquel día en su pueblo ha de ser con razón.

ALT: Lo pasado, pasado, compañero mío, y la beldad de Elena yo la deseo desde aquellos tiempos en que nuestros caminos se unieron por voluntad de los dioses del mar y del cielo. Mi amor le pertenece a ella. Oh mi querido Davión, si vos entendieses lo que dentro de mi pecho arde, ya me hubieras dejado correr en busca de la amada mía.

DAV: Adelante pues, no tiene sentido discutiros, si la imagen de la princesa Elena ya ha cegado vuestros ojos y no os deja entender lo que sucede. Entrad pues al castillo y declaradle vuestro amor una vez más a la bella Elena, princesa de Atilus.

CORO: Oh, Dioses del Olimpo, ¿Porqué habéis permitido esto? Davión, único amigo y consejero de Altos lo ha dejado a su suerte. Ay del oscuro futuro que le espera. Atenea, por favor, oh poderosa deidad de la sabiduría, actuad en este suceso, no permitáis que el noble Altos se deje caer en las garras de la oscuridad, no lo dejéis entrar en el abismo de auto destrucción que carga consigo la sospechosa beldad de su majestad, Elena de Atilus.

(Llega corriendo SISENE)

SISENE:(grita) No podéis entrar, oh caballero de Artalia. (A Davión) Decidle vos, cómo su amigo y consejero, avanzad y detenedlo antes de que ose ingresar la castillo. Él no puede. Sino lo hacéis, he de ir yo a detener con mis propias manos, y de ser necesario con mi espada, al artaliano Altos. A quien no he de permitir caer al abismo que le espera.

(Va se Davión)

ALT: ¿Quién sois? ¿Por qué corréis tras de mi? Oh mujer alocada, cómo osáis venir y detenerme en mi camino, en mi búsqueda del amor en brazos de mi amada Elena de Atilus.

SIS: Mi nombre es Sisene, oh artaliano, y he venido aquí desde que oí de vuestras intenciones, discúlpeme mi señor, pero, auque sea por la fuerza, no os permitiré entrar en ese castillo.

ALT: No sabéis lo que siento, oh artaliana mía. Si conocieses el miedo que me da. Oh mi falsa seguridad. Cómo he rogado a los dioses estén conmigo para disipar mis dudas. Y venís vos, espada en mano a darme razones para no entrar a amar a la princesa. Envainad vuestra espada. Dadme vuestras razones, y espero que sean buenas, por que de haberme detenido sin razón, oh ciudadana de Artalia, seré yo quien te hará nadar en las aguas del estigio.

(Sale ILVANA del castillo)

ILVANA: ¿Acaso he escuchado una discusión en las puertas del castillo? ¿Quién sois?, oh ciudadanos, y qué hacéis en las puertas de mi palacio.

SIS: Disculpadnos, oh señora, pero hemos desistido, en este momento nos dirigíamos al pueblo, lejos de las puertas de vuestro castillo. (A Altos) Apurad el paso y venid conmigo, esa noche es para nosotros y estaremos juntos para siempre.

ALT: (A Sisene) ¿Qué decís? Sin duda vuestra extraña beldad me ha cautivado, mas no sé que decir ante vuestra propuesta. Me habéis separado de mi camino, y me ofrecéis lo que buscaba. Cómo he de negarme, oh coterránea, Corramos, lejos de aquí, y alejémonos de lo que me has separado.

CORO: Oh poderosa Afrodita, cómo agradecer toda vuestra bondad, al parecer vuestro poder ha alejado a nuestro señor artaliano de las garras de su fatídico destino.

(ILVANA corre tras ellos)

ILV: (Grita) Esperad ciudadanos, necesito veros una vez más, por favor, detened el paso y esperadme.

SIS: ¿Ahora qué? Qué puede haber olvidado la muy tonta.

ALT: Esperad, Sisene mía. Ha de tener algo importante qué decirnos. Ya estoy decidido a permanecer a vuestro lado, y abandonar mi empresa al lado de Elena, princesa de Atilus.

ILV: (llega) Dejadme miraros al rostro una vez más o caballero. Es cierto. Ahora puedo confirmar lo que creí hace unos minutos. Yo os conozco, oh caballero artaliano, vos sois quien hace un año pretendía a mi señora Elena. Habéis venido acaso a intentar ganar su corazón de nuevo.

ALT: Lo siento, oh noble señora de Atilus, pero parecéis estar confundida, nunca he yo visto vuestra persona, y dudo que me conozcáis.

ILV: Disculpadme, oh caballero, es que mi señora no ha parado de hablar del noble caballero que con su misterio la cautivó. Pero adelante, seguid vuestro camino que vuestra amada parece impaciente.

CORO: Oh los dioses del amor y la guerra que por poco confabulan para que un desastre ocurra en plena ciudad de Atilus. Gracias a los rectores del destino y a la poderosa Atenea. Oh diosa de la sabiduría que habéis iluminado a nuestro señor para negar su pasado y permanecer seguro en brazos de la dulce Sisene.

Acto II

Esa noche, en la entrada del castillo de Atilus, llegan ALTOS y DAVIÖN y tocan la puerta.

DAV: No puedo creer que me hayáis convencido. Ay de la pobre Sisene cuando se entere de la atrocidad que planeáis. Deberíais volver, ahora que podéis, os lo suplico mi señor. No soportaré ver a Sisene y decirle lo que sucedió.

ALT: Vos podéis irte, no te tengo atado a mi ser. Pero por los dioses, os lo ruego, quedaos, acompañadme.

(Sale ILVANA)

ILV: ¿Quién osa venir tan tarde ante el castillo de Atilus? Pero si sois vos, el extranjero que hace horas pasó por estos rumbos. ¿Qué os trae de vuelta?

ALT: Teníais razón, oh señora de Atilus. Mi nombre es Altos, caballero de Artalia, y yo soy quien hace un año pretendía el abrazo de su señora, Elena. Y en efecto he venido en busca de una oportunidad.

CORO: Ay, ay, ay del destino cruel. Por qué, oh dioses del mar y del cielo, por qué permitís que nuestro caballero caiga en tal trampa mortal. Ay de nuestro señor que se ha dejado caer en las garras de la destrucción. Ha quedado tan débil y vulnerable ante las Arpías que lo guían hasta las oscuras aguas del Estigio.

ILV: Benditos sean los Dioses del amor. Enseguida voy por mi señora. Esperad aquí o mi señor. Gustosa ella estará de saber que vos habéis recorrido tan largo camino por estar a su lado. (Va se)

DAV: Oh mi señor que ha cruzado la línea, no tendrá retorno si ella acepta, qué será de la bella Sisene al enterarse de lo que le habéis hecho. Que los dioses de la guerra no os castiguen oh mi señor, por lo que estáis a punto de hacer.

ALT: Ay de mi, amigo Davión. Ay de mi, ay de mi futuro, ay de mi destino. De no haber sido por las palabras de la señora Ilvana, y por que su majestad, la hermosa sin par, Elena de Atilus, me ha estado esperando. Hubiese permanecido al lado de Sisene. Pero los Dioses me han dejado un mensaje, y me tienen aquí, inmóvil, frente a la puerta del castillo de Elena.

(Llega ILVANA con ELENA)

ELENA: Entonces, es cierto. El misterioso caballero Altos de Artalia está ante mi puerta, rogando mi mano y mi amor. Oh los dioses del amor que os han guiado hasta mi puerta. No podría negarme a vuestra petición. Vuestro misterio y demostración de afecto al venir hasta mi castillo han conquistado mi corazón, oh señor artaliano.

ILV: (a Altos) ¿Qué pasó con la joven, su amada, por qué venís y dejáis a una mujer en su cama esperándoos?

ALT: Mi amor es tan grande, y los dioses tan buenos, que he tomado una decisión, ahora soy de su majestad, mi alma pertenece a la hermosa princesa, Elena de Atilus. Ven acá, oh amada mía y vivamos nuestro amor.

ELE: Alagada me siento por todo lo que me ofrecéis, sin embargo, os ruego esperéis, quedaos a mi lado, pero dejadme aprender a vivir a con un hombre. Y esto os lo prometo, no lo dudéis, que de mi vais a recibir todo lo que pueda ofreceros.

ALT: Vuestros deseos son órdenes oh mi señora. Y esto os lo prometo, no lo dudéis, que de mi vais a recibir todo lo que pueda ofreceros.

(Van se todos)

CORO: Ay, ay, del destino y el fatídico laberinto al que nuestro señor ha entrado. Oh dioses del cielo, acabad con esto por favor. Oh poderoso Zeus, usad vuestros truenos y terminad con esto, envía a todos a flotar en las saladas aguas del Estigio. Ay, ay, ay de nosotros que preferimos la muerte de todos antes que las calamidades que el destino tiene previstas en su enorme libro.

Acto III

La mañana siguiente, en el castillo, ELENA y ALTOS discuten.

ALT: Ay de mí, oh Atenea, ¿Dónde estabas que no me iluminasteis? Cuánto caso debí hacerle a mi Davión, que me advirtió sobre vos. Ay de la pobre Sisene, que ha quedado en una cama, esperando mi cariño y mi abrazo.

ELE: Ay de vos, oh caballero artaliano, que prometisteis permanecer a mi lado. No tenéis salida, mi caballero. Yo no os quiero, no me queréis, pero ambos prometimos ante los dioses continuar. Ay de nosotros, atados para siempre, encerrados en un abismo espiral del que no podemos salir.

CORO: Ay de nuestros señores, que no se aman y siguen atados, ni la dulce Ilvana, confidente de ambos ha logrado conciliar este macabro juego del destino, que aún sabiendo el sufrimiento que arriba, no hace algo en su contra.

(Entra DAVIÓN)

DAV: Oh mi señor, ay de vos, vuestro sufrimiento es de nunca acabar, la hermosa Sisene, al enterarse en el pueblo de que un artaliano ha conquistado el corazón de la princesa, ha enfurecido, y por los dioses que está furibunda, a punto de entrar.

ILV: Ay de mis señores que siguen cayendo. Ay de mí que inútil estoy ante todo, limitada a sólo observar lo que viene.

(Entra SISENE)

SIS: Oh mi coterráneo artaliano, que ha quedado preso. Ay de vos, Altos de Artalia, que me habéis dejado por ésta, un monstruo que sin corazón tener, te ha ofrecido la luna. Ahora estáis ahí postrado, llorando a los dioses por una salida. No puedo odiaros, os amo, oh compatriota, Altos el artaliano. A vos, Elena de Atilus, os maldigo, por haber apresado el corazón de mi amado.

ELE: Oh pobre ciudadana, acaso sabéis con quien habláis, yo soy Elena, princesa de Atilus, no podéis tocarme. Esperad, qué hacéis con esa espada. ¡Guardias! ¡Detenedla! No, dejad eso, ¡NO!

ALT: Ay, ay, ay de mi. Ahora mi pena no puede ser más infinita. La que fue dueña de mi corazón ha muerto a manos de la que realmente me amaba. Y la dulce Sisene, que hubo conquistado mi razón en unos minutos, ha sido salvaje mente asesinada por los guardias reales. ¡Davión! ¡Ilvana! Dónde estáis, venid en mi ayuda. No lo creo, ante el terror han huido. Oh cobardes, dejadme sólo con mis penas, no os necesito, se que hipócritas volverán.

CORO: Oh dioses del mar y del cielo, os lo pedimos, cuidad de nuestro señor. Destrozado ha quedado, con dos amores muertos y dos confidentes desaparecidos. Ay, ay de nuestro señor que se ha ido a vagar de pueblo en pueblo, de país en país buscando un refugio para su maltrecho corazón. Oh poderosa Afrodita, dotad de un nuevo corazón a nuestro señor, o gran y temible Hades, devolvedle la parte de su alma que murió ese fatal día.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario